Tao Te Ching
No sabemos prácticamente nada del autor (o autores) ni de los orÃgenes del Tao Te Ching. Solo podemos decir con cierta confianza que el libro tomó su forma final durante la dinastÃa Chou del Este (770-221 a.C). La tradición llama a su autor Lao-tzu – lo que no es un nombre de persona, ya que solo significa “el viejo maestroâ€. Es de hecho materia de debate actual, si el libro tiene un solo autor o al menos uno solo principal, o si tal vez es una recopilación. Muchos expertos consideran que Lao-tzu es puramente una figura legendaria – un estado de la cuestión que por cierto no habrÃa de desagradar en absoluto a Lao-tzu, tal como apunta el sinólogo Richard Wilhelm– ya que quien nos habla en estos versos está ciertamente inclinado a «borrar todo sentido de un ego personal», lo que sabemos por Ssu-ma Ch’ien (163-85 a.C), el autor del Shih chi, la primera historia general de la China. El Shih chi es la principal fuente de información sobre la figura (quizás legendaria) del viejo maestro. Ssu-ma Ch’ien nos dice que se llamaba Li Erh y que era el historiador encargado de los archivos de Chou. Añade que, al final de su larga vida, viendo la corrupción que habÃa venido a prevalecer en el estado de Chou, Li Erh se marchó y se fue a morir a un lugar desconocido. Nos cuenta dos episodios de su vida.
El primero es un encuentro entre Lao-tzu y Confucio (K’ung Fu-tzu, 551-479 a.C). Puesto que las fechas de la vida de Confucio están relativamente bien establecidas, esta anécdota, que es mencionada en varios textos, es el argumento tradicional que establece que Lao-tzu nació en algún momento en los comienzos del siglo VI a.C (en todos los relatos sobre esta reunión se le presenta considerablemente mayor que Confucio). Si el encuentro tuvo de veras lugar, debe haber sido una gran reunión. Ambos hombres estaban profundamente preocupados sobre la violencia y la corrupción que prevalecÃa en Chicha en ese momento, pero ambos eran de carácter muy distinto y sostenÃa puntos de vista muy diferentes. Confucio se empeñó en establecer una sociedad recta recuperando los códigos tradicionales de ética, jerarquÃa y los rituales de una edad de oro ya pasada. Lao-tzu consideraba todos los códigos de ética como un sustituto débil de la conciencia y un sÃntoma de decadencia. El CapÃtulo 39 del Tao Te Ching nos da un sentido claro sobre cómo se sintieron ambos acerca de esto:
«Por lo tanto, cuando el Tao se pierde, surge la virtud,
cuando se pierde la virtud, surge la humanidad,
cuando la humanidad se pierde, surge la moralidad,
cuando la moralidad se pierde, surge el ritual.
El ritual es sólo una fina capa de lealtad y sinceridad
y el comienzo del desorden».
Desde esta perspectiva, la única manera en la que el sabio podrÃa ser un ejemplo para el mundo serÃa sufriendo una transformación existencial, abrazando la unidad esencial que es la fuente de todas las cosas, vaciándose él mismo de toda identificación personal, volviendo al «estado del recién nacido», al «estado sin fronteras», a la «simplicidad de la madera sin tallar». De acuerdo a Ssu-ma Ch’ien, al volver de la reunión, Confucio dijo a sus discÃpulos: «Los pájaros vuelan, los peces nadan y los animales corren sobre la tierra. Lo que corre puede ser atrapado por una trampa, lo que nada, por una red, lo que vuela, por una flecha. Pero no sé cómo atrapar a este hombre, Lao-tzu, que como un dragón se eleva hasta el cielo montado en el viento y las nubes».
La segunda anécdota describe cómo surgió el Tao Te Ching. Fiel al espÃritu de su enseñanza, Lao-tzu siempre se abstuvo de consignar sus pensamientos a la palabra escrita. Pero se nos cuenta que, cuando en la vejez abandonó Chou para ir a morir en soledad, el ‘Guardián occidental’ le preguntó: “Maestro, puesto que estás dejando este mundo, ¿escribirÃas por favor la esencia de tus enseñanzas para mÃ?». No sabemos quién era este ‘Guardián occidental’: tal vez un centinela de la puerta de palacio, o de un paso Occidental o una estación fronteriza del estado de Chou. Sin embargo, a pesar de quién pudo haber sido, lo cierto es que Lao-tzu fue alcanzado por su petición. Se desmontó de su vehÃculo y antes de reanudar su viaje, escribió, Ssu-ma Ch’ien cuenta, “un libro en dos partes, que describe el Sendero (Tao) y sus Virtudes (Te) en aproximadamente cinco mil caracteres.